Cuando Sócrates volvía de pasear por el mercado de Atenas -siempre sin comprar nada- solía decir: «Me encanta ver cuantas cosas no necesito para ser feliz«.
En los tiempos de la sociedad de consumo, uno de los errores más frecuentes que comenten las personas es basar su felicidad en las cosas que poseen o que quieren poseer. Las campañas de marketing nos bombardean constantemente y hasta cierto punto moldean, queramos o no, nuestra forma de pensar y lo que deseamos. Lo publicistas hacen muy bien su trabajo, crean nuevas necesidades y nos ofrecen píldoras de felicidad en forma de cosas, de objetos. Se nos venden el estilo de vida de los ricos y famosos como un mundo de ensueño. De igual modo, en el mundo actual se identifica éxito personal con dinero y bienes materiales. En muchos casos se trata de cosas que nunca podremos llegar a tener, lo que si nos volcamos únicamente en el materialismo, nos puede generar frustración, estrés y ansiedad.
A pesar de las sucesivas crisis y recesiones económicas, objetivamente, vivimos mucho mejor y tenemos muchas más cosas (hablando en término generales) que hace cincuenta años; sin embargo, es un hecho que cada vez hay más personas con depresión, insatisfacción vital, frustación constante…
Lo sorprendente es que, según estudios realizados en países ricos, una vez alcanzados unos ingresos que satisfagan las necesidades básicas, la acumulación de dinero o patrimonio no le aportaban a la personas más felicidad. Una de las conclusiones que podemos extraer es que, si bien es necesario tener cubiertas las necesidades básicas (seguridad, techo, comida y ropa), lo cierto es que a partir de un determinado nivel de ingresos el dinero y las posesiones materiales no tienen correlación alguna con la felicidad.
Mucha gente experimenta una sensación de felicidad al comprar cosas, pero se trata de una emoción pasajera, un mero espejismo. El hecho es que mientras más cosas tenemos, más efímera es la emoción que produce adquirir y acumular nuevas cosas. Algunos se dan cuenta demasiado tarde que ha gastado mucho dinero en cosas que no necesita, que no le dan satisfacción.
Por supuesto, una persona puede ser muy feliz con sus posesiones materiales; y si a ti te hace feliz tener el último modelo de móvil y te lo puedes permitir, adelante. Pero no debes caer nunca en el gran error de creer que la posesión de meros objetos nos va a proporcionar la felicidad. Sin embargo, ten presente lo que te puedes permitir y lo que no. Si tienes que trabajar como un esclavo para pagar los créditos y la facturas de lo que comprar, te va a quedar muy poco tiempo para experimentar actividades placenteras que realmente te llenen y te hagan ver la vida de manera positiva. En este sentido, quizás sea el momento de que reflexiones: ¿Puedes prescindir de alguna tarjeta de crédito? ¿Puedes vivir igual con un coche más pequeño o sin coche? ¿Y en una casa más pequeña?
Os contaré el caso de un amigo que trabajaba catorce o quince horas diarias para poder pagar su hipoteca. No podía hacer nada más que trabajar, no tenía tiempo para pasarlo con su familia ni con sus amigos, por lo que sus relaciones personales se resintieron muchísimo, y por ende, su estado de ánimo. Aunque su trabajo le gustaba, obviamente no podía seguir así mucho tiempo. La solución fue vender su casa de dos dormitorios e irse de alquiler a un apartamento más pequeño. Ahora no necesita trabajar tantas horas, ha retomado sus relaciones sociales y sobre, todo, duerme mucho mejor, algo que, por cierto, produce mucha más felicidad que comprar cosas caras. Obviamente, cada caso es un mundo, pero si prescindimos de cargas innecesarias tendremos mucho más tiempo para disfrutar de la vida y dejar espacio para conseguir otras cosas.
Sin embargo, podemos hacer un uso positivo del materialismo; esto es, usando lo que tenemos para hacer más felices a nosotros mismos y a los demás. Según un trabajo de Elizabeth W. Dunn (Universidad British Columbia, Vancouver, Canadá) publicado en la revista Science, proporciona más felicidad gastar dinero en los demás que en uno mismo.
Una de las claves de la felicidad reside en realizar actividades que te gusten, a ser posible, en compañía. Por ejemplo, puedes realizar ese viaje que llevas tanto tiempo posponiendo con tus seres más queridos, organizar una fiesta sorpresa para hacer feliz a un amigo o familiar, pasear por tus lugares favoritos, pasar el día en el parque, el campo o la playa, quedar con alguien que hace tiempo que no ves, o simplemente salir con tu pareja y hacer lo que ella elija ese día. También puedes apuntarte a un curso, perfeccionar tus habilidades o aprender cosas nuevas.
Está bien tener detalles con tus seres queridos, pero recuerda que tu pareja, tu familia y tu amigos, valorarán mucho más el tiempo que pases con ellos que todas las cosas materiales que les regales.
Un pequeño ejercicio
Te propongo un pequeño ejercicio: piensa en una época de tu vida en la que fuiste feliz. ¿Recuerdas cuantas posesiones tenías entonces? Muy probablemente tenías muchas menos cosas que ahora.
Las mejores cosas de la vida son gratis
Demostrado científicamente: las cuatro actividades cotidianas que más felicidad aportan son totalmente gratis: practicar sexo, hacer ejercicio, escuchar música y charlar. Recuerda: No eres lo que tienes.
Referencias
Dunn, Elizabeth W., Aknin, Lara B, Norton, Michael I. Spending Money on Others Promote Hapiness. Science 21 Mar 2008: Vol. 319, número 5870, pp. 1687-1688.
Originally posted 2018-08-20 14:59:35.