A mediados de los ochenta, Martin Seligman llevó a cabo un experimento en la Universidad de Pensilvania. En esta prueba, Seligman tomó dos grupos de perros escogidos al azar. Un grupo fue introducido en una jaula de metal donde los animales recibían descargas eléctricas cada pocos segundos y no podían evitarlas de forma alguna ni tampoco escapar. El segundo grupo fue enjaulado de forma similar y también recibían las descargas, pero con la diferencia de que podían evitarlas escapando al empujar un panel con el morro.
A continuación, se metió a todos los perros en una misma jaula, también electrificada, de la que podían escapar saltando. Los resultados fueron sorprendentes: mientras los perros del grupo que aprendió a controlar las descargas se esforzaron por escapar y se liberaron rápidamente, el otro grupo no hizo esfuerzo alguno por escapar, permaneciendo inmóviles mientras recibían resignados las descargas eléctricas.
En este revelador experimento, Seligman observó cómo esta actitud pasiva era un aprendizaje de la indefensión. Como en la primera prueba los animales aprendieron que hicieran lo que hicieran recibían igualmente las descargas, ya no consideraban que podían hacer nada para controlar su suerte. Además, resultó que posteriormente estos perros sufrieron más enfermedades y murieron antes que los animales que no aprendieron la indefensión. Como han demostrado otros experimentos ulteriores, este fenómeno es también extrapolable a las personas.
Lo que nos demuestra esta y otras investigaciones similares es que la indefensión aprendida, es decir, la sensación de que no podemos controlar las circunstancias externas, conduce al pesimismo y la pasividad. Ya es bien sabido que las personas que tienen control o, al menos, la sensación de control sobre las circunstancias se enfrentan a las adversidades de la vida con más mucha más fuerza y optimismo (Son este tipo de personas de las que suele decirse que «agarran el toro por los cuernos») que aquellas con desesperanza crónica, que creen que hagan lo que hagan no podrán controlar las desgracias o problemas, o las que creen que son cosas del «destino». ¿Cuántas veces hemos oído a alguien decir «haga lo que haga no servirá de nada?, «Nunca encontraré trabajo», «Nunca encontraré pareja»… Estas personas serán, lógicamente, más proclives a tirar la toalla a la primera de cambio. Lo cierto es que todos podemos controlar hasta cierto punto las circunstancias que favorecerán nuestra vida, podemos buscarlas o podemos crearlas hasta cierto punto.
La indefensión aprendida sabotea por completo nuestro optimismo, nuestra esperanza y por extensión, nuestra forma de enfrentarnos a la vida, siendo además un importante factor para el desarrollo de la depresión.
El siguiente vídeo te enseñará más sobre el concepto de la indefensión aprendida.
Originally posted 2018-11-29 07:59:41.