El Efecto Pigmalión, también conocido como la profecía autocumplida, es un fenómeno psicológico en el cual las expectativas de una persona o grupo sobre el rendimiento de otra persona influyen en su desempeño de manera positiva o negativa. Este efecto se origina a través de la comunicación no verbal, las actitudes y las creencias que, de manera consciente o inconsciente, transmitimos a los demás.
El término «Efecto Pigmalión» se deriva de la historia mitológica de Pigmalión (que podemos encontrar en las «Metamorfosis» de Ovidio, una obra del poeta romano del siglo I d.C.), un escultor que se enamoró perdidamente de una de sus propias creaciones, una estatua de marfil que cobró vida por obra de los dioses, pero también gracias a su inquebrantable creencia.
Este mito griego encarna varios temas importantes. En primer lugar, aborda el poder de la creación artística y cómo puede dar vida a las aspiraciones y deseos humanos. También ilustra la idea de la belleza idealizada y cómo la perfección es un concepto que puede estar fuera del alcance de la realidad. De manera similar a este influyente mito, nuestras expectativas pueden moldear y transformar el comportamiento y el rendimiento de las personas, ya sea para bien o para mal.
El Efecto Pigmalión se origina a través de varios mecanismos psicológicos. En primer lugar, nuestras expectativas influyen en nuestras actitudes y comportamientos hacia los demás. Si creemos que alguien es inteligente, tiene talento o es capaz de hacer algo, es más probable que mostremos una actitud positiva hacia esa persona, le brindemos más oportunidades y apoyo, y le demos retroalimentación constructiva. Estas actitudes y acciones positivas aumentan la confianza y la motivación de la persona, lo que a su vez mejora su rendimiento.
Por otro lado, si nuestras expectativas son negativas, es más probable que mostremos actitudes de desinterés, críticas o incluso desprecio hacia esa persona. Esto puede llevar a un círculo vicioso en el que la persona se sienta desvalorizada, pierda la motivación y su rendimiento se vea afectado negativamente.
El Efecto Pigmalión también puede influir a través de la comunicación no verbal. Nuestras expresiones faciales, tono de voz, gestos y lenguaje corporal transmiten mensajes poderosos a los demás. Si nuestras expectativas son altas, es más probable que demostremos señales de apoyo, entusiasmo y confianza, lo que motiva a la persona a esforzarse y superar sus propias expectativas. Por el contrario, si nuestras expectativas son bajas, nuestras señales no verbales pueden transmitir desinterés, desaprobación y falta de confianza, lo que puede inhibir el rendimiento de la persona.
Es importante destacar que el Efecto Pigmalión no solo se aplica a las expectativas de los demás sobre nosotros, sino también a las expectativas que tenemos sobre nosotros mismos. Nuestras creencias y autopercepciones influyen en nuestra motivación, confianza y rendimiento. Si nos vemos a nosotros mismos como capaces y exitosos, es más probable que nos esforcemos más y alcancemos nuestras metas. Por el contrario, si nos vemos a nosotros mismos como personas incompetentes o fracasadas, la probabilidad de que nos desmotivamos y no alcancemos nuestro potencial máximo (entre otras cosas porque ni siquiera lo intentaremos) será más que elevada.
El Efecto Pigmalión puede tener un impacto significativo en diferentes contextos, como en la educación, el trabajo y las relaciones personales. En el ámbito educativo, por ejemplo, los profesores que tienen altas expectativas sobre el rendimiento de sus estudiantes tienden a brindarles más atención, apoyo y oportunidades de aprendizaje, lo que conduce a un mejor desempeño académico. Del mismo modo, en el entorno laboral, los líderes que tienen altas expectativas sobre sus empleados suelen motivarlos y empoderarlos, lo que contribuye a su crecimiento profesional y al éxito de la organización en su conjunto.
El Efecto Pigmalión viene a demostrar que nuestras expectativas tienen un poderoso impacto en el rendimiento de los demás y en nosotros mismos. Nuestras creencias y actitudes pueden moldear y transformar la realidad, ya sea de forma positiva o negativa. Por lo tanto, es importante ser conscientes de nuestras expectativas y trabajar para mantenerlas positivas y motivadoras, tanto hacia los demás como hacia nosotros mismos. También hemos de ser conscientes de las expectativas de los demás hacia nosotros y comprender cómo nos pueden afectar. Si logramos hacer esto, seremos capaces de alcanzar el máximo potencial humano y lograr resultados poco menos que sorprendentes.
Fuentes y referencias
- Babad, E. (1994). Pygmalion, Galatea, and the Golem: Investigations of biased and unbiased teachers. Journal of Educational Psychology, 86(2), 193-205.
- Brophy, J. (1983). Research on the self-fulfilling prophecy and teacher expectations. Journal of Educational Psychology, 75(5), 631-661.
- García Vargas, Javier. “El efecto Pigmalión y su efecto transformador a través de las expectativas” (2015). Revista de Investigación Educativa, vol. 33, no. 2, pp. 367-38.
- Jussim, L., & Harber, K. D. (2005). Teacher expectations and self-fulfilling prophecies: Knowns and unknowns, resolved and unresolved controversies. Personality and Social Psychology Review, 9(2), 131-155.