Desde la psicología, se ha analizado mucho el impacto de las quejas en nuestra salud mental y emocional, y se han encontrado varias razones por las que quejarse, especialmente de forma constante y sin acción constructiva, puede ser perjudicial.
Por supuesto, no se trata de «eliminar» todas las quejas o de no protestar contra las injusticias (que es algo bien distinto), ni de forzarse a ser positivo a toda costa, sino de desarrollar un enfoque constructivo y práctico hacia los problemas. Aceptar que hay aspectos que no podemos cambiar y poner atención en lo que sí está en nuestras manos crea una especie de filtro mental muy poderoso para reducir el desgaste emocional.
Aquí te explico algunas de las principales razones psicológicas que explican por qué la queja permanente es nociva para tu salud mental y por qué deberíamos intentar reducir su presencia en nuestras vidas:
Refuerzo de circuitos neuronales negativos
La neurociencia ha descubierto que el cerebro se adapta a las actividades que realizamos frecuentemente; este proceso se llama neuroplasticidad. Cuando nos quejamos continuamente, reforzamos los circuitos neuronales relacionados con la negatividad, haciendo que nuestro cerebro se vuelva más propenso a responder con pensamientos y emociones negativas en general. Es como crear un «camino fácil» en nuestro cerebro hacia la queja. Así, cada vez que nos enfrentamos a una dificultad, el cerebro tiende a reaccionar con una queja automáticamente, en lugar de buscar soluciones o enfoques más positivos.
Sesgo de negatividad
Psicólogos como Roy Baumeister y Barbara Fredrickson han investigado que el cerebro humano está naturalmente inclinado a enfocarse en experiencias negativas más que en las positivas. Cuando nos quejamos, estamos alimentando este sesgo, lo que a su vez afecta nuestra percepción general de la realidad. Si quejarnos se convierte en un hábito, nuestro cerebro se entrena para ver más lo que falta o lo que está mal, en lugar de apreciar lo que sí está bien. Este sesgo de negatividad incrementado por la queja puede llevarnos a una visión distorsionada y pesimista de la vida.
Aumento del estrés y la ansiedad
Cuando nos quejamos sin buscar soluciones, nuestra mente se concentra en el problema sin salida. Esto genera una respuesta de estrés constante en el cuerpo, que se traduce en la liberación de cortisol, una hormona asociada al estrés. Estudios han demostrado que niveles altos de cortisol en el cuerpo a largo plazo pueden afectar la salud mental y física, promoviendo la ansiedad, la fatiga crónica, y hasta problemas cardiovasculares. Además, el estrés repetitivo nos hace más vulnerables a reaccionar negativamente ante los obstáculos, lo que incrementa aún más el ciclo de quejas y frustraciones.
Inhibición de la creatividad y la solución de problemas
Quejarse crea una especie de bloqueo mental hacia las soluciones. En lugar de enfocarnos en encontrar alternativas o maneras de mejorar la situación, la queja nos pone en una posición de víctima pasiva. Este enfoque pasivo reduce la capacidad para resolver problemas, lo cual es esencial para avanzar. La psicología positiva sugiere que cuando adoptamos una mentalidad orientada a la solución, el cerebro activa redes neuronales creativas que fomentan el pensamiento crítico y la innovación. La queja, en cambio, apaga esta habilidad y nos estanca.
Efecto de contagio emocional
Las emociones son contagiosas, y la negatividad asociada a la queja se propaga rápidamente. Este fenómeno, conocido como *contagio emocional*, significa que cuando una persona se queja constantemente, influye en el estado de ánimo de las personas que la rodean. Las quejas persistentes pueden afectar las relaciones personales y laborales, ya que la mayoría de las personas tiende a evitar a quienes tienen una actitud negativa constante. Esto puede llevar al aislamiento social, aumentando aún más los sentimientos de insatisfacción y resentimiento.
Refuerzo de una mentalidad de víctima
Las personas que se quejan a menudo tienden a desarrollar una mentalidad de víctima, en la que sienten que no tienen control sobre sus vidas y culpan a factores externos por sus problemas. Esta actitud refuerza la idea de que no somos responsables de nuestras propias emociones o situaciones, lo que nos hace sentir impotentes y reduce nuestra motivación para hacer cambios. Las investigaciones sobre la «mentalidad de víctima» señalan que las personas que la desarrollan son más propensas a experimentar síntomas de depresión y desesperanza.
Distorsión de la percepción de la realidad
Cuando la queja se convierte en una costumbre, podemos caer en un ciclo de distorsión cognitiva. A través de un sesgo de confirmación, buscamos evidencia para respaldar nuestras quejas, lo que hace que percibamos el mundo como un lugar más hostil y menos satisfactorio de lo que realmente es. La queja constante distorsiona nuestra visión, llevándonos a interpretar experiencias neutras o incluso positivas como negativas, alimentando así una espiral descendente de pensamientos.
Bajo autocontrol y disminución de la resiliencia
Quejarse con frecuencia puede llevar a una pérdida progresiva de autocontrol y resistencia frente a la adversidad. Al quejarnos, evitamos enfrentar el problema de manera activa y efectiva, lo cual nos hace menos resilientes con el tiempo. Los psicólogos han demostrado que, cuando nos acostumbramos a no confrontar los desafíos, perdemos la capacidad de manejar adecuadamente el estrés y las dificultades de la vida. Esto puede llevar a una mentalidad de evitación en lugar de una de afrontamiento, lo que nos hace más vulnerables ante futuras dificultades.
Impacto en la autoestima
La queja reiterada tiene un impacto en cómo nos percibimos a nosotros mismos. Cuando nos enfocamos solo en los aspectos negativos de nuestra vida, comenzamos a vernos como fracasados o personas con mala suerte, lo cual afecta directamente la autoestima. La baja autoestima, a su vez, lleva a más quejas en un ciclo negativo. Un estudio de la Universidad de California encontró que las personas que expresan gratitud y minimizan sus quejas tienden a tener niveles más altos de satisfacción personal y autoestima.
Alejamiento de valores y objetivos personales
Finalmente, quejarse demasiado nos desvía de nuestros valores y de los objetivos que nos importan. La energía mental y emocional invertida en las quejas podría redirigirse a realizar acciones que nos acerquen a lo que realmente queremos en la vida. Desde la terapia de aceptación y compromiso, se promueve el enfocarse en lo que es importante para nosotros y aceptar la incomodidad en el proceso, en lugar de quedarse atrapado en el malestar de las quejas. Quejarnos sin parar nos separa de vivir una vida plena y en coherencia con nuestros principios.
Si bien todos necesitamos expresar nuestras emociones , y a veces quejarse puede ser útil para desahogarse, la queja interna y no constructiva puede resultar altamente perjudicial para nuestra salud mental y emocional. Reconocer esta tendencia y trabajar en cultivar una actitud más enfocada en la gratitud, la solución de problemas y el autocontrol emocional puede ayudarnos a desarrollar una mentalidad más positiva y resiliente, y a vivir una vida más satisfactoria y alineada con nuestros verdaderos deseos y valores.